La intimidad

Este fin de semana pasado estuve en un curso en Madrid sobre “Amor, sexualidad e intimidad “desde la perspectiva de lo que estudio en Barna. Estuve en modo esponja todo el seminario, apuntándolo todo para después poder aplicarlo con las personas que trabajo o los talleres que imparto, súper concentrada, hasta que la formadora nombró la palabra INTIMIDAD.

La intimidad no implica contacto. Puedes tener mucha intimidad con una persona sin apenas tocarte o ni siquiera estar en el mismo lugar. Esto que parece tan obvio empezó a tener mucho sentido en mi cabeza.

Yo tengo mucha intimidad con mi pareja a distancia. Juntos hemos creado un mundo mágico donde nos encontramos cómodos y seguros. Solo hay contacto una vez al mes, pero siento que “me toca” cada vez que enciendo el Skype.

En el mismo momento que ella hablaba y yo asentía por estar entendiéndolo, tuve otro momento de revelación. He perdido la intimidad con la persona con la que convivo, y ese creo es el origen de toda nuestra crisis y nuestro proceso de desconexión.

Es una situación agridulce, de locos, porque por un lado estoy viviendo plenamente conectada con mi ser y con mi amor, consciente, disfrutando cada pasito, y por el otro me encuentro disociada y ajena a la persona con la que convivo. Si hablamos pero no nos comunicamos, si nos miramos pero no nos vemos, si nos tocamos pero no nos sentimos, y esta situación me desconcierta.

Vivo como dos vidas y soy dos personas. En una soy yo, en otra ya casi no me reconozco. Me reconozco como madre, como trabajadora, como mujer, lo que ve la sociedad de mí, pero no lo que soy de verdad.

Mi identidad, la auténtica, donde no soy todas esas etiquetas sino que puedo mostrarme en mi esencia, sin género, conectada a mi energía vital, esa identidad, la siento y la exploro gracias a la intimidad creada con “J”. Él me ve, y yo le veo, seguramente habrá cosas que no me gusten o que no le gusten pero también está bien verlas y hablarlas. Todo se pone encima de la mesa para tener la oportunidad de no repetir los errores de vidas pasadas y construir desde la consciencia.

Hicimos un ejercicio, dos personas, una enfrente a la otra. Desconocidas o conocidas, acercándose poco a poco creando intimidad. Para dar cada pasito había que ir contando como te sentías. La formadora dijo que este ejercicio lo hacía muchas veces con parejas, que las parejas con el tiempo dejamos de vernos porque no queremos asumir los cambios del otr@ y es más fácil tirar pa lante. Pero en ese no querer ver creo que los pasos van hacia atrás y nos alejan tanto que ya no se percibe nada, y todo aquel comienzo maravilloso comienza a desaparecer. Los momentos de complicidad, aquellas pequeñas cosas que te hacían feliz , las miradas, las risas, las sonrisas, los miedos, los nuevos proyectos, todo eso ya no se comparte y los caminos se separan para hacer cada uno su propio proceso dándonos la espalda.

En este momento bipolar de energías opuestas los futuros son diferentes. Uno se construye con ilusión, no sabemos hacia donde o hacia que pero la intención está clara, estar juntos y darnos una oportunidad de vivir el amor y compartir nuestras vidas. El otro  futuro está bloqueado, enrocado, enmarañado y gris. Cada vez que me doy la vuelta para gritar “gírate” la otra persona se asusta. Ve de frente a una oponente, una atacante no una aliada. Es agotador para mí que me vean así, que ya no vea a esa persona que fui  o la que soy ahora, solo vea a la “facilitadora” y esa le jode.

Por un lado me encantaría recuperar la intimidad o bien construir otra nueva, por otro me siento cansada. Ha sido un año muy duro. Siento que las heridas no están cerradas con él, y no somos capaces de salir de ahí. Asumo mi responsabilidad y quiero tomar las riendas pero algo me dice que no “salve” y simplemente me quede a observar, como dice el tao el “no-hacer”.

Confío en que las cosas se irán recolocando poco a poco y que me acostumbraré a esta situación tan desigual y no volverme loca en el proceso.

Mientras tanto sigo pensando en la maravilla de la intimidad, en cómo conseguirla ,en mantener el contacto conmigo misma y con el otro ,e ir siguiendo las señales.

La intimidad

Niña voladora

Ha pasado casi un mes desde que no escribo y no ha sido por falta de ganas de contar un montón de cosas. El tiempo y un montón de curro se me han echado encima y no conseguí encontrar momentos de tranquilidad para disfrutar del placer de escribir. Ahora ya sí, me he cogido tiempo para mí, para ordenar mis pensamientos, sentir mis emociones y vivir mi preciosa historia que me ha traído el 2017.

La semana pasada mi amor vino a conocer a mi familia. Durante semanas estuvimos charlando vía Skype de todos los miedos, inseguridades y anhelos que precedían al encuentro. Paralelamente yo preparaba a mis hijas y hablaba con mi pareja de cómo sería y como nos sentiríamos todos juntos conviviendo en la misma casa durante dos días.

Mi pareja y yo convertimos el anterior estudio caótico en una acogedora habitación de invitados. Las niñas hicieron un pequeño jugador del betis y una flamenca de pasta para que mi amor se sintiese como en casa, jajajajajaja. Con todo listo llegó el día.

Supe desde el momento que lo vi aparecer en el aeropuerto que esta historia es especial y mágica. Cada reencuentro hace que todo coja más sentido y que sintamos que estamos donde tenemos que estar y viviendo lo que tenemos que vivir.

En cuanto llegamos a casa las niñas se mostraron tímidas y curiosas a partes iguales. Ya habían hablado con él un montón de veces a través de Skype y el buen rollo estaba garantizado aunque no sabíamos cómo iban a reaccionar cuando compartiesen el mismo espacio. Fue genial, porque superados los 10 primeros minutos de no saber qué hacer todas comenzamos a sentirnos cómodas entre nosotras y comenzamos a comportarnos como si fuese la cosa más cotidiana del mundo.

Mi amor se integró  en la dinámica de la tarde de una manera súper natural. Preparar meriendas, ir al súper o a recoger a una de mis hijas al conservatorio y jugar con ellas, parecía lo normal, como si lo hubiésemos hecho siempre.

Nos faltaba el encuentro con mi pareja. Preparamos una cena de picoteo para compartir entre todos y charlar y llegó el encuentro. Asistí atónita al encuentro más generoso y respetuoso que he vivido en mi vida. Dos hombres se daban la mano sin competir, sin medirse, cuidando al milímetro que el otro se sintiese bien y fue mágico y grande. Ser testigo de esta forma de relacionarse ya me ha compensado el cambio de paradigma. Sentí emoción y posteriormente lo comenté con los dos y mostré mi admiración hacia ellos. Si, puede ser que yo haya propiciado este ambiente y lo hayamos trabajado todos mucho, pero si ellos no quisieran ser generosos no sería posible. Pasamos un rato súper agradable y yo en ningún momento me sentí incómoda estando con los dos. Si preocupada por momentos por como estarían sintiéndose ellos y con el sensor “como están las niñas” despierto, pero el ambiente fue natural, fluido y distendido.

Vivimos la cotidianidad hasta que mi familia se fue y nos quedamos solos, con nuestro espacio, nuestro tiempo, nuestra historia. Dice que soy su Niña voladora, como la de la canción https://www.youtube.com/watch?v=bKI6MWapfr0, y así me hace sentir, especial, amada, deseada, respetada, cómplice, y quiero que él también se sienta así.

Exprimimos cada instante, cada paseo, cada mirada, cada palabra y cada caricia, sabiendo que estamos viviendo nuestra propia revolución, otro modelo si es posible, donde todos nos sintamos bien, valorados, queridos y respetados. Donde acordar y dialogar se hace en igualdad de condiciones aunque algunas sean jodidas, nos escuchamos y nos sentimos, y sobre todo transmitimos el amor y la felicidad que sentimos a los que nos rodean.

Soy tremendamente afortunada de tener a mi amor en mi vida, de que la vida lo cruzase en mi camino, que aunque monógamo de base, haya querido probar y arriesgar porque hay “algo”. Que quiera formar parte de mi vida y de mi familia con respeto cariño y cuidados, y yo quiero darle lo mismo. Estar, ser, ese algo que siento que tiene todo el sentido.

Esta historia puede crearse porque todos los participantes han arrimado el hombro, han apostado y sentido más que pensado. Mi pareja, con todos los vaivenes que hemos tenido y sufrido está apoyando y facilitando que así sea, no apartándose del camino sino ocupando el lugar en el que se siente mas cómodo.

Yo, que siento yo, escuchar a mis hijas a la vuelta de su viaje preguntar por mi amor y decir que le echan de menos ha sido la confirmación de que todo el trabajo para preparar el encuentro ha merecido la pena, que un futuro diferente y otro modelo puede ser viable, confío y creo, porque son seres de otro planeta y vamos todos cogidos de la mano.

Mientras espero el siguiente encuentro y el siguiente paso disfrutaré como  niña voladora, por las alturas volando sola, tranquila y mirando hacia Sevilla.

Niña voladora