Descongelando

Estoy comenzando a descongelarme con la llegada próxima de la primavera. Noto que empiezo, poco a poco, a salir del estado de apatía en el que estaba sumida. Todo me da pereza, nada me parece interesante, pero le estoy poniendo mucho empeño en seguir las señales de mi cuerpo y ponerme en movimiento.

No pensaba que iba a sufrir las consecuencias de la fatiga pandemia. Le puse mucho trabajo personal y consciencia para no dejarme ir, pero de alguna manera me fui.

Lo que más me está costando es socializar. Volver a contactar con mis amistades y conocidos sin que haya una pantalla por medio me cuesta horrores. No es miedo, es pura pereza y no sentirme yo misma.

Hace unos días comencé a preocuparme porque la idea de esta distancia social no me parecía nada negativa. Mi socialización más directa pasaba por quedar a tomar un café o un vino. Lo virtual es solo para el trabajo, y no he conseguido encontrarle otra función, aunque no dejo de escuchar que la gente liga mogollón por instagram.

Yo estoy tan empanada que el otro día me llegó un mensaje de una chica para “jugar” virtualmente y pensé que me lo mandaba a mi instagram laboral y le contesté de la forma más formal que pude. En cuanto me di cuenta de que era el personal me quedé cortada, la verdad. No sé si era una chica real o un perfil falso o yo que sé, el caso es que la sola idea de ponerle tiempo, energías y buena cara me dirigió directamente al sofá y otro capítulo de The Crown.

Está claro que llevar mucho tiempo desconectada de la seducción tiene sus consecuencias. Mi número de pantalones holgados es superior a los vaqueros pitillo ajustadillos. No me he puesto un tacón en dos años, me podrían hacer accionista de cualquier marca de playeras. Tanto tinte en casa hace que tenga el pelo multicolor, no es abandono, que yo soy de las que da el curso online con los labios rojos y perfume, ya me dirás pá qué. Es el pasotismo típico de la que se siente invisible. Supongo que no soy la única que se siente así. El estar en casa y que la ropa confy sea tu súper outfit no ayuda.

Se de sobra que el deseo se trabaja y que volver a conectar con mi parte seductora solo depende de mí. Qué cuando el cuerpo se pone en funcionamiento quiere reproducir aquellas sensaciones placenteras. Yo por si acaso tengo el satisfayer cargado y voy a cruzar los dedos para que esta gris Galicia se abra a los rayitos del sol y activar el cuerpito dando paseos.

Movimiento, eso me está pidiendo el cuerpo, para salir del estado congelado. Físico , no mental, que de ese ya he tenido bastante todo este tiempo y estoy hasta el coño de pensar.

Si fantaseo, me imagino danzando, y a la vez me invade la tristeza porque todavía no se ve el horizonte y entonces vuelvo a congelarme. Estoy siendo prudente, no quiero soñar con vacaciones en lugares, música de fondo, un atardecer y un vino, me parece irreal. Vuelve la apatía y me siento tranquila en mi casita. Es todo muy contradictorio.

Por un lado se lo que me viene bien pero por otro hacer planes me lleva directamente a la frustración. Así que voy a ir a poquitos, a movimientos que me permitan sentir el cuerpo, ir engrasando las articulaciones y despertar de la invernación.

Mientras hago este proceso me voy a dejar acompañar de  las preciosas palabras de Rupi Kaur: “no la perdiste, la felicidad siempre ha estado aquí-solo perdiste la perspectiva”.

Descongelando