¿Nueva normalidad?

Llevo días pensando que narices querrá decir esto. Ya solo la palabra “normalidad” me pone un poco nerviosa. Todo lo que conozco que se dice normal me recuerda que va parejo a lo que no es normal. Este binomio diabólico me ha traído de cabeza a lo largo de toda mi vida.

¿Quién decide lo que es lo normal? Pues seguramente la “mayoría”, otra palabrita que me perturba. Estar dentro de la mayoría y la normalidad te da una tranquilidad de la hostia. No se te cuestiona, se te acepta con solo mirarte, se te escucha, cuentas. Ser minoría y no-normal te mete en armarios, cajones, te deja sin voz y sobre toco te toca las narices. A menudo pasas un montón de tiempo explicando las cosas que la gente no entiende o no quiere entender.

Tengo un aspecto convencional. Mujer cis, de cuarenta y tantos, con un vaquero y zapatillas de deporte soy feliz, la típica persona que te encuentras en el súper o esperando un bus. No tengo nada de original que se vea vamos, quiero decir que no voy con una camiseta de activista con todo mi ideario y colores de los cuales ni se el nombre. Esto genera cierta confianza porque la gente presupone un tipo de persona y así se acerca y relaciona.

La cosa cambia cuando ambas personas nos sentimos cómodas y podemos profundizar, compartir ideas y opiniones, ahí es cuando viene el :”vaya, no tienes pinta”. Si me hubiesen dado  un billetes de 5 euros cada vez que me han dicho esta frase tendría tranquilidad económica. Creo honestamente que no tengo unas ideas muy locas simplemente me ha llevado mucho tiempo y curro llegar a vivir con cierta coherencia y poder expresarla.

Todo este confinamiento además de desarrollar la maestría en no hacer nada y no sentirme culpable, lo he dedicado últimamente a pensar en cómo seguir subiendo escalones de la vida y como puedo volver a tener vínculos lindos.

El primer paso fue despedirme de mi vínculo anterior. No de la persona, sino del patrón , de la forma viciosa de relacionarnos, de toda la mierda que emergió en el confinamiento y casi destruye nuestras identidades individuales.

Las fases nos trajeron la oportunidad de separarnos físicamente y diosbenditodeldivinopoder me ha venido de coña para poder mirar desde la distancia la linda persona que comparte mi vida, no el coñazo de tu gloria en lo que nos habíamos convertido. Yo, la primera que convertida en hámster, salto a la mínima y todo me molesta.

Ahora quiero dar sentido a todo este sinsentido que nos ha pasado. Este aviso de la vida que nos recuerda lo vulnerables que somos nos pone una hoja en blanco. Ya conocía algunas cosas que me iban bien y he visto aquellas que me hacen insoportable, y la dureza que puedo desarrollar.

2020 iba a ser mi súper año, lleno de proyectos que evidentemente se fueron a la mierda. Ni siquiera tengo claro si los quiero recuperar o no. Mientras esté en este estado febril de alerta y alarma no soy capaz de pensar con claridad sobre proyectos futuros laborales. Sé que si empiezo con cosas placenteras como escribir en el blog, poco a poco me iré reactivando.

Me recuerda un poco al deseo. Empezaré por seducirme a mí misma para reactivar mis celulitas e ir despertando del shock. Esta lentitud me encanta, me encanta para todo, también para relacionarme. Me reconozco anteriormente una ansiosa de caray. Quería vivir todo con una intensidad loca, con rapidez, con cantidad, con diversidad.

Ahora que hay un nuevo escenario, siento que podemos seguir creando lo que nos apetezca, que lo que era normal ha sido tambaleado por un pequeño rey. Que el aislamiento no ha significado abandono sino que nos ha vuelto más creativas.

Nuevos tiempos, nuevos retos, nuevas miradas.

¿Nueva normalidad?