Que este pasado 2020 ha sido un año atípico creo que nadie lo puede cuestionar, que ha estado lleno de eslóganes, tampoco.
Llevo unos ´días escuchando lo del “principio del fin” a raíz de la vacuna, el hit parade de la pandemia, el “resistiré” a todas horas, el “de esta salimos mejores” hacia la mitad, para infundir ánimos acompañado de la idea absurda de que esta situación nos haría seres más sensibles, solidarios y comprometidos.
Mientras nos taladraban con todos estos mensajitos, nuestros políticos se daban de hostias verbales aprovechando cualquier miseria para sacar rédito, nunca en mi vida imaginé tanta bajeza humana, tan poca cultura democrática y sobre todo la falta de respeto y prudencia.
A nivel individual creo que la gente ha hecho lo que ha podido, sin más, y eso ya es la leche. Hemos aprendido a convivir en una nueva normalidad donde nada era normal, y yo en concreto a disfrutar de mi reducida vida social. Al principio me asusté un poco, pero después supongo que me acostumbré como el cuento de la rana que ponen en una olla con agua calentita y cuando hierve ya no tiene escapatoria.
He tenido tantas incertidumbres y tantas preocupaciones, que pensar en relacionarme con más gente me producía un cansancio infinito. Mantenerme cuerda me ha llevado bastante tiempo, y solo pensar en gestionar o otr@ sacaba un instinto de egoísmo y odio hacia esa persona.
Creo que la capacidad de amar y la curiosidad que he sentido toda mi vida se han visto considerablemente reducidas este año. He sentido una pereza infinita con el tema virtual, y vista la situación de distanciamiento social y aislamiento, la única manera de conectarse con el mundo ha sido a través de aplicaciones y redes sociales. Pienso que como laboralmente me he tenido que convertir en online total llevar las relaciones humanas a ese plano fue como una negativa total.
Soy consciente que a mucha gente las aplicaciones, el “Sexting” (práctica que me parece maravillosa, ya escribiré sobre ello), el Instagram y el tiktok les han dado la vida, e incluso han encontrado pareja/s, bien por ell@s. Yo directamente, he sentido un profundo rechazo a conectarme, flipa, yo, que lo que más me gusta en el mundo es conectar con gente.
Hoy ya es 2021 y parece que es un año lleno de posibilidades, yo estoy escéptica. No tengo ni idea de cual tiene que ser el movimiento que comience el cambio, pero siento que todo esto que ha pasado, además de tristísimo, ha puesto de manifiesto lo insostenible de nuestra sociedad en cuanto a los cuidados. Y no me refiero solo al tema recursos médicos sino a todo lo que no es productivo, al pensarse, al sentirse, al compartirse, al apoyarse.
Nos miramos desde los balcones unos a otros durante un tiempo esperanzados. Hemos pasado las fiestas en pijama, alejados de nuestras familias, o, aunque la puesta en escena del edredón de la Pedroche era como para troncharse, yo no podía evitar las lágrimas pensando en la cantidad de gente que se nos fue este año en soledad, ¿Cómo se repara eso?
Yo soy de las afortunadas porque mis mayores se han envasado al vacío para evitar una amenaza que les aterrorizaba, y supongo, que no por el hecho de morir, que hacia ahí vamos todos, sino morir en soledad. Lo que ha pasado con nuestros mayores es de una crueldad infinita y sin duda dejará un trauma colectivo que tardaremos mucho tiempo en superar.
En todo esto he pensado este año, observando la vida pasar a través de las ventanas físicas y virtuales, en cómo nos relacionamos. No tengo respuestas, y ahora mismo que se acercan los reyes magos me cuesta pedirles algo.
Ha sido un año lleno de contradicciones internas y externas, con muy poco margen de actuación y mucho impacto.
2021 danos un poquito de tregua.