Ha pasado casi un mes desde que no escribo y no ha sido por falta de ganas de contar un montón de cosas. El tiempo y un montón de curro se me han echado encima y no conseguí encontrar momentos de tranquilidad para disfrutar del placer de escribir. Ahora ya sí, me he cogido tiempo para mí, para ordenar mis pensamientos, sentir mis emociones y vivir mi preciosa historia que me ha traído el 2017.
La semana pasada mi amor vino a conocer a mi familia. Durante semanas estuvimos charlando vía Skype de todos los miedos, inseguridades y anhelos que precedían al encuentro. Paralelamente yo preparaba a mis hijas y hablaba con mi pareja de cómo sería y como nos sentiríamos todos juntos conviviendo en la misma casa durante dos días.
Mi pareja y yo convertimos el anterior estudio caótico en una acogedora habitación de invitados. Las niñas hicieron un pequeño jugador del betis y una flamenca de pasta para que mi amor se sintiese como en casa, jajajajajaja. Con todo listo llegó el día.
Supe desde el momento que lo vi aparecer en el aeropuerto que esta historia es especial y mágica. Cada reencuentro hace que todo coja más sentido y que sintamos que estamos donde tenemos que estar y viviendo lo que tenemos que vivir.
En cuanto llegamos a casa las niñas se mostraron tímidas y curiosas a partes iguales. Ya habían hablado con él un montón de veces a través de Skype y el buen rollo estaba garantizado aunque no sabíamos cómo iban a reaccionar cuando compartiesen el mismo espacio. Fue genial, porque superados los 10 primeros minutos de no saber qué hacer todas comenzamos a sentirnos cómodas entre nosotras y comenzamos a comportarnos como si fuese la cosa más cotidiana del mundo.
Mi amor se integró en la dinámica de la tarde de una manera súper natural. Preparar meriendas, ir al súper o a recoger a una de mis hijas al conservatorio y jugar con ellas, parecía lo normal, como si lo hubiésemos hecho siempre.
Nos faltaba el encuentro con mi pareja. Preparamos una cena de picoteo para compartir entre todos y charlar y llegó el encuentro. Asistí atónita al encuentro más generoso y respetuoso que he vivido en mi vida. Dos hombres se daban la mano sin competir, sin medirse, cuidando al milímetro que el otro se sintiese bien y fue mágico y grande. Ser testigo de esta forma de relacionarse ya me ha compensado el cambio de paradigma. Sentí emoción y posteriormente lo comenté con los dos y mostré mi admiración hacia ellos. Si, puede ser que yo haya propiciado este ambiente y lo hayamos trabajado todos mucho, pero si ellos no quisieran ser generosos no sería posible. Pasamos un rato súper agradable y yo en ningún momento me sentí incómoda estando con los dos. Si preocupada por momentos por como estarían sintiéndose ellos y con el sensor “como están las niñas” despierto, pero el ambiente fue natural, fluido y distendido.
Vivimos la cotidianidad hasta que mi familia se fue y nos quedamos solos, con nuestro espacio, nuestro tiempo, nuestra historia. Dice que soy su Niña voladora, como la de la canción https://www.youtube.com/watch?v=bKI6MWapfr0, y así me hace sentir, especial, amada, deseada, respetada, cómplice, y quiero que él también se sienta así.
Exprimimos cada instante, cada paseo, cada mirada, cada palabra y cada caricia, sabiendo que estamos viviendo nuestra propia revolución, otro modelo si es posible, donde todos nos sintamos bien, valorados, queridos y respetados. Donde acordar y dialogar se hace en igualdad de condiciones aunque algunas sean jodidas, nos escuchamos y nos sentimos, y sobre todo transmitimos el amor y la felicidad que sentimos a los que nos rodean.
Soy tremendamente afortunada de tener a mi amor en mi vida, de que la vida lo cruzase en mi camino, que aunque monógamo de base, haya querido probar y arriesgar porque hay “algo”. Que quiera formar parte de mi vida y de mi familia con respeto cariño y cuidados, y yo quiero darle lo mismo. Estar, ser, ese algo que siento que tiene todo el sentido.
Esta historia puede crearse porque todos los participantes han arrimado el hombro, han apostado y sentido más que pensado. Mi pareja, con todos los vaivenes que hemos tenido y sufrido está apoyando y facilitando que así sea, no apartándose del camino sino ocupando el lugar en el que se siente mas cómodo.
Yo, que siento yo, escuchar a mis hijas a la vuelta de su viaje preguntar por mi amor y decir que le echan de menos ha sido la confirmación de que todo el trabajo para preparar el encuentro ha merecido la pena, que un futuro diferente y otro modelo puede ser viable, confío y creo, porque son seres de otro planeta y vamos todos cogidos de la mano.
Mientras espero el siguiente encuentro y el siguiente paso disfrutaré como niña voladora, por las alturas volando sola, tranquila y mirando hacia Sevilla.
Aprendiendo de tu mundo. Saludos de L&J
Me gustaMe gusta