-Te amo – ¿Por qué?

Siempre que te digo “te amo” me miras y con una sonrisa me preguntas “¿Por qué?”. Odio las preguntas de “porqué”, siempre me parecieron que nos ponen a la defensiva o que te hacen dudar, por eso normalmente las cambio por un «que» o un «cómo».

Un día te contesté; “por muchas razones”, otro día “no sé, y como sigas preguntándomelo voy a dejar de amarte”,jajajajajaja.

Hoy me he decidido a contestarte. Aquí va mi respuesta. Te amo porque estás ahí, presente, y los dos sabemos que hay distancia física de por medio, y no sé cómo lo haces pero nunca la he sentido. Aciertas de manera pasmosa cuando necesito una escucha activa para volcar toda mi frustración, das con las palabras que me calman y me hacen salir del estado “niña enfurruñada en bucle catastrófico”, me tocas con la mirada a través del Skype para hacerme sentir “niña voladora”, me das abrazos sanadores cuando ya no tengo energía y aguantas los envites activistas sobre mis ideas del mundo con estoicidad.

Eres un constructor, un constructor de posibilidades y otras realidades, dices que dudas que la duda siempre está ahí, pero lo cierto es que sigues construyendo y dando pasos. Eres un valiente que decidió poner su vida patas arriba para abrazar una idea peregrina que una loquita gallega te contó. Decidiste seguir las señales del destino para probar y aunque la vida nos está poniendo retos no tienes miedo a abordarlos.

Cuando no tienes que ser fuerte me dices “no me sueltes de la mano” y me encanta. Me gusta que me lo pidas, que me lo recuerdes, que nos pidamos ayuda uno al otro cuando nuestras energías cambian. Cuidarte y que me cuides, escucharte y que me escuches, amarte y que me ames, decirme las cosas que no te gustan o que te molestan marcando los límites claros y cuestionándote si estás en tu derecho o no. Me gusta que me preguntes y no me adivines, que juntos compartamos los miedos metiditos en la cama, que diseñemos un futuro posible y lo hagamos probable. Hasta tus dudas me parecen tiernas y las mías toman escala humana.

Tú has cambiado mis certezas, cuestionado mis aprendizajes tan sesudos con tu sentido común tan limpio y generoso, y aunque dices que en tu mundo de fantasía muchas veces solo somos dos estamos construyendo a tres, y estás siendo parte activa y muchas veces el pegamento. Dices que cuando te oyes decir algunas cosas es “pa matarme” pero es así como se ama bien, como amas respetando la libertad del otro y dejando que la otra persona decida libremente como estar y sentir.  Quiero ser tu aprendiz de esas cosas sencillas, de esas visiones de la vida donde no hay todo un discurso que sostenga los argumentos correctos de lo que debería ser, aprender a ser más conciliadora y guardar la activista en un cajón de vez en cuando (es una pesada muchas veces).

Ayer me dijiste una cosa que de repente sentí que me atravesaba todo el cuerpo, “ya no estás sola”. Lo estoy escribiendo y me emociona, porque han sido años duros, durísimos, donde efectivamente me he sentido así incluso en los momentos donde estaba más acompañada. He compartido momentos, historias, cuerpos, risas, sonrisas y tristezas, conexiones y desconexiones, complicidades y sintonías pero siempre volvía aquí.

En este blog he estado sola con mi emociones y sentimientos, lo he necesitado muchas veces para poder seguir y no mandarlo todo a la mierda. Lo he censurado, lo he dejado por momentos, he escrito compulsivamente para ver si entre las palabras surgían las respuestas y el entendimiento, he escrito sobre los momentos felices para no olvidarlos y que tuviesen un lugar mágico en mi memoria. He dejado entrar de vez en cuando otras voces, casualmente de hombres, con sus historias y sus sentires para mostrar otras realidades. Ahora estás tú y ya no estoy sola. Es una nueva dimensión para mí, que mi tendencia natural es a resolver por mí misma este tetris que tengo en la cabeza e intentar ayudar a los que tengo al lado con sus propios puzles. Tú vienes y me dices “confía, suelta y deja hacer” y me parece el consejo más sabio del mundo. Pasmada me quedo escuchando algo que digo yo hasta la saciedad a los demás y que aplico tan poco, cazador cazado, desde luego.

¿Por qué te amo? No sé si llegan estas razones, pero me encantará seguir aumentando la lista mientras nos seguimos cogiendo de la mano, y mientras, te digo «porque me da la gana».

-Te amo – ¿Por qué?

«El experimento»

He regresado.

Sé que he tenido parado el blog sin entradas mucho tiempo pero era por una buena causa. Aquí va mi relato sobre la experiencia de vivir a tres (realmente seis, tres adultos y tres niñas).

Mi pareja “J” tenía la posibilidad de cogerse 10 días para venir a convivir con nosotros en familia y ver cómo nos sentíamos  tod@s y si era viable esa posibilidad para un futuro.

Las semanas previas a su llegada las dedicamos a hablar de nuestros miedos, inseguridades, desafíos, de cómo explicarles a las niñas, de donde dormir, de cómo mantener nuestros espacios personales, como mantener una comunicación sana ,honesta y abierta entre los tres, como evitar malestares,…vamos un montón de cosas.

¿Cómo me sentí yo? Por un lado quería ser justa con los dos, con los tiempos, con el cariño, con los espacios, pero lo cierto es que nuestras situaciones de partida y sobre todo nuestros estados de relación, eran asimétricos. La situación actual la he comentado en anteriores entradas. Con mi pareja habitual se ha producido una pérdida de intimidad y conexión consecuencia de un año duro de procesos liosos, de dolores, daños, incomunicaciones, vacíos y silencios mortales. Conseguimos cierta estabilidad como padres y compis de piso pero sacrificamos nuestra relación de pareja y todas nuestras energías se fueron a nuestros otros amores.

Mi idea siempre estuvo clara desde el principio. La pareja podría salvarse si había un trabajo en  pareja, no un trabajo individual cada uno con su terapeuta. Parece que la llegada de “J” puso luz sobre esta necesidad y mi pareja dio el paso.

Llegó el día y comenzamos a vivir una experiencia que ninguno de nosotr@s había experimentado antes. Altas dosis de generosidad, cuidado y autocuidado, confianza y sobre todo comunicación, son los ingredientes que me parecían garantía de éxito. Esto parecía común pero cada un@ lo llevó a su manera.

“J” llegó y enseguida encontró la manera de sentirse cómodo. Conectó de manera genial con las niñas, con la perra, se adaptó a la casa y se hizo dueño del aspirador y la cocina, jajajajaja. Su talante es conciliador y su nivel de comunicación emocional muy alto. Ordenado y con ganas de colaborar y compartir. He sentido en todo momento que tenía en casa un aliado , cariñoso y responsable. Observaba y se observaba, y en función de todo eso hablábamos e íbamos buscando alternativas. Lo puso fácil, muy fácil y fue una gozada tenerle en casa.

Mi pareja, aunque insistí mucho antes de la llegada de “J” en que me hablase de sus necesidades para así también compartir las mías, optó por evitar el confrontamiento. Utilizó la excusa del trabajo para no estar y así convivir lo mínimo posible. Ese no era el plan, y mi malestar aumentaba. A los cuatro días de la llegada de “J” comenzamos nuestra andadura con su terapeuta para intentar la reconexión, y fue en ese espacio seguro para él, cuando por fin habló. Se sentía invadido, y mientras  yo le escuchaba me daba cuenta de en qué diferentes idiomas nos hemos estado comunicando desde hace un año, me di cuenta de que efectivamente el mensaje nunca llegaba por muy alto que lo gritara porque el código fuente era desconocido para él y para mí. Afortunadamente algo hizo click allí para él, y a partir de ese día se desbloqueó la situación y nuestra convivencia cambió.

Una vez clarificados los lugares de cada uno, ya no había necesidad de sentirse “agredido o desafiado”, y empezamos a disfrutar, de tener más ayuda, de tener más tiempo personal para cada uno, de tener conversaciones a tres sobre nuestras emociones, nuestras relaciones y nuestros momentos vitales maravillosas. Comenzamos a alegrarnos del cariño y el afecto de unos a los otros, pero sobre todo el RESPETO.

El “experimento” como lo llamamos, fue compartido con mis amigas y esa cena fue la comprobación de cuan normal podemos hacer las cosas menos normales, con naturalidad, sin miedos y cariño.

Las niñas, desde luego no dejan de sorprenderme. Son seres mágicos de luz, sin juicios, abiertas, respetuosas y alguna con sus miedos de que papá fuese reemplazado. Sabíamos que alguna podría sentir ese malestar y lo abordamos primero nosotros como padres y después entre los tres en una conversación abierta para que ellas nos expresasen sus dudas y miedos, donde pudiésemos dar respuestas y construir entre tod@s la manera de sentirnos bien.

17 días de amor, de desafíos, de convivencia, de aprendizaje brutal y de claridad. A “j” y a mí nos gusta este modelo, nos gusta vivir en comunidad compartiendo , es un reto si, crear una tribu nunca es fácil. Respetar los lugares , las voces de cada un@, las necesidades y sobre todo los límites es toda una aventura, y como dijo la terapeuta la manada aumenta y hay que hacerla fuerte.

Ahora, cada uno de nosotr@s sabemos lo que queremos y sobre todo lo que quieren los otr@s. El reto es seguir, con el corazón abierto y la escucha, la propia y la del otro, seguir reconectando y consolidando, fortaleciendo y mimando, y tiempo. Si conseguiremos la tribu depende de muchas cosas, un trabajo, compatibilizar las vidas y las responsabilidades y sobre todo AMOR, mucho amor.

«El experimento»