Y por fin llegó la hostia, esperada eso sí, pero llegó.
Jugar al Quimicefa sin haberse leído las instrucciones puede tener resultados explosivos. Hay combinaciones que si se pueden juntar y otras que no. Conocer unos principios básicos de química nos puede ayudar a evitar que una casa salte por los aires.
Confiar, por supuesto debe ser una máxima, porque muchos experimentos científicos son consecuencia de la casualidad, la suerte o el ensayo-error.
Con las relaciones pasa un poco lo mismo. Cuando alguien trae una idea, unas expectativas, cabe preguntarse qué es realmente lo que está pidiendo. Si es algo que desconozco lo prudente es preguntar o documentarse, después contrastar la información aprendida con la persona para asegurarse de tener claro en que me meto, y sobre todo, poder decidir si me meto o no.
En el camino de exploradores que iniciamos, seguramente cada uno con sus propias expectativas, yo nunca dudé que iba a ser todo un reto. Que conocer a gente diversa iba a cuestionar muchas veces nuestra propia idea de pareja. Que nos iba a poner patas arriba nuestras propias ideas, pero a la vez suponía un universo súper estimulante para seguir dándole una vuelta a esto de relacionarse y vivir.
Yo me metí sin miedo, abierta, y flexible. Con ganas de pensarme y pensarnos. Confiando en que los retos traerían claridad, nuevas formas de sentirse, amarguras seguro, pero está en nosotros surfearlas o quedarse en el bloqueo.
Estoy escribiendo este post con la sensación de “era visto”, y me jode haber acertado. Desde el primer momento en que iniciamos el camino juntos, yo dije claramente que veía que no jugábamos en la misma liga. Yo ya tengo mi bagaje agridulce de años donde me he repensado, me he asomado al abismo y lanzado a lo desconocido para conocerlo. Algunas veces con éxito y otras con una gran hostia.
En este caminar era posible y probable que nos encontráramos personas repensadas, replanteadas, abiertas, curiosas y sobre todo claras. Personas que se han acercado a conocernos como pareja pero que no han dejado de vernos como personas individuales. A algunas les hemos encantado alguno de los dos y a otras les hemos parecido seguramente un coñazo. Yo tengo mis mantras pesados de los cuidados y prefiero aclarar todo lo aclarable para evitarme males mayores. Casi nunca me meto “a ver qué pasa”. Si me dejo fluir y voy negociando mis propias emociones y compartiéndolas para que el otro o la otra sepa dónde estoy.
Mirar para otro lado no es una opción para mí, eso lo tuve siempre claro. Dar por supuesto tampoco, soy preguntona hasta la pesadez. Si me preguntan directamente contesto, aunque la respuesta sea “tengo que pensarlo un poco porque no me lo había planeado” pero tranqui que habrá respuesta (siempre doy un plazo no dejo a la persona en un visto sin fecha).
Creo que comenté en otro post, o igual lo pensé y no lo escribí, la diferencia de género. Me está flipando encontrar mujeres de cuarenta y tantos reinventadas, repensadas, empoderadas, súper claras y directas, abiertas, curiosas y con ganas de desmontar el tinglao. También las hay que buscan el amor romántico, la pareja tradicional, la estabilidad y lo conocido. Para ellas todo mi reconocimiento también por ser honestas consigo mismas y pedir lo que quieren.
Ellos, en las fotos privadas suele haber una polla y decoran sus argumentos de apertura con palabritas como poliamor sin tener ni puñetera idea de lo que es. No pretendo hacer una generalización de todos y todas, pero os invito a entrar en una app y leer las descripciones para ver cómo estamos.
Y yo estoy hasta el coño del inmovilismo, de no cuestionarse los privilegios, los miedos, los desafíos, de no repensarse (o PARARSE un poco a pensar). El amor es sentir, claro que sí, pero también es darle un poco al coco (reflexionar), aunque sea para pensar en aquello que me hace bien y lo que no. Y pensar en mí, claro que sí, pero también pensar en relación, como impactan mis decisiones en otros. Como los “yo no”, “yo ni de coña”, ”pero que dices”, son absolutos que reducen nuestros universos. No propongo apertura total y todo vale, no, propongo escucha, de la de verdad, de la de orejas y corazón. Y honestidad para dejar ir cuando sé que no puedo o no es mi opción.
Hoy es de esos días agridulces, de mucha toma de consciencia, de que igual las expectativas nos han jugado una mala pasada. De que hay que hablar mucho más y sobre todo escuchar aunque lo que nos digan nos desagrade. De no vivir la vida como una puta amenaza constante porque solo hay una.
Me viene a la cabeza una frase que hoy toma todo el sentido “Manolete si no sabes torear para que te metes”.