Hace poco me leí el libro “¿Follamos?” de Bel Olid, súper recomendable. Una de las cosas que ella comenta es que tenemos curiosidad por cómo la gente folla , como es su sexualidad, cuáles son sus fantasías, como se masturba, cuánto tarda en llegar al orgasmo… estas son algunas cosas que nos encantaría preguntar pero que no hacemos. Igual, si lo hacemos con nuestras relaciones cuando sentimos mucha confianza, pero en general no son temas que se aborden en una cena entre amigas o con la familia.
El caso es que el otro día en una cena con amigas y después de dos botellas de maravilloso Godello me lancé a hacer todas estas preguntas indiscretas. Pasó lo que me imaginaba. De las cinco que estábamos solo dos declaramos abiertamente que tenemos fantasías eróticas, que nos maravilla fantasear despiertas con encuentros furibundos mientras vamos en el autobús o estamos haciendo un coñazo de curso online, que el cine para adultos tiene ahora fantásticas directoras que hacen que un pizzero no te someta como en el porno mainstreaming , que hay literatura a mogollón para conocer tus genitales y buscar tu placer. Hay un campo fecundo para explorar nuestra sexualidad pero mucho tabú para compartirla.
¿Dónde buscamos información? Pues lamentablemente, como educadora en institutos con temas de educación sexual, el imaginario erótico de nuestros adolescentes se nutre del porno, ojo, el de los adultos también.
Las “peculiaridades eróticas” se ocultan y quedan relegadas a chats temáticos para temas raritos. Qué pena! Para mi toda esta diversidad de deseos me parece un potencial pero he visto el sufrimiento y la incomprensión en algunas personas a lo largo de todos estos años.
El fetichismo, mirar, ser observado, los tríos, las orgias,… ya están dentro de lo cotidiano. Lo que no es cotidiano es comunicar, sigue siendo el reto. Hablar sin vergüenza de aquellas cosas que nos erotizan y nos dan placer, pedir, dar, mostrar sigue siendo un desafío.
El mundo del poliamor ha traído más morbo al asunto si cabe. Durante mucho tiempo mis amistades pensaban que ser poliamorosa era vivir en una bacanal constante y ser una evolucionada nivel diosa en el Kamasutra y diferentes disciplinas eróticas. Puede ser que para algunos y algunas sea así, pero de lo que yo conozco, no es lo habitual. Lo que si trae estar abierta y cuestionar la norma, es la apertura a explorar nuevas experiencias, y aquí si que digo que son acumulativas.
A lo largo de estos años he ido construyendo mi sexualidad a través de todas las historias compartidas. Otros y otras me han enseñado posturas, roces, caricias, besos, que eran desconocidos para mí. Me he divertido, asustado, sonreído, bloqueado, disfrutado, y construido finalmente mi mapa erótico. Sigue en construcción, claro que sí, eso nunca termina.
Mientras tanto quiero ver cómo darle la vuelta a esta situación. Como contarles a nuestros y nuestras adolescentes y también a los/las adultas la diversidad de sexualidades. Como tener una actitud curiosa, no juzgar aquello desconocido como perverso, y así poder expresar nuestra sexualidad libremente y sin sufrimiento.
Largo camino seguro, voy a seguir con mi curso de Sexualidad y Género que me está encantando.
Ayer llegué a escribir una anécdota para comentar pero me dio pudor (y una interrupción lo confirmó). La recupero hoy.
Hace años, un sábado a primera hora de la noche, iba hacia la zona de tapas con dos amigos. En un momento dado me dio por comentar un detalle que me parecía anómalo, aunque no preocupante, sobre mi masturbación. Básicamente, conté que en esa época mi semen salía más líquido de lo acostumbrado.
El primero en reaccionar lo hizo en tono de broma pero de rechazo: «Aaaag!! No tenía porque saber eso.»
El segundo, científico tenía que ser, pensó un momento y dijo: «Puede que sea por la frecuencia».
Inmediatamente me di cuenta de que tenía razón y le agradecí la aportación.
A menudo uso la anécdota cuando hablo de salud mental. Exponer la intimidad o la debilidad no debería ser algo malo, sobre todo en contextos seguros como deberían ser las amistades o la familia. No deberían censurarse estos contenidos, ya no por el bienestar de la persona sino por el de quienes reciben esa información, que se benefician colectivamente de algo que puede proteger y ayudar a su bienestar.
Por desgracia, vivimos en un mundo cada vez más complejo, con infinidad de interacciones, conflictos a cualquier nivel y a un ritmo de los supercomputadores que sostienen nuestra máquina. Esto lleva con facilidad a la vulnerabilidad (te pueden hacer daño) y a la pornografía (mercantilización, en sentido amplio, de lo expuesto). Tu hablas de sexualidad y yo de «salud mental» (malditas palabras que detesto pero no encuentro sustitutas) pero se puede ver que pasa en muchos ámbitos y a muchos niveles.
Me gustaLe gusta a 1 persona
gracias por la anécdota, seguro ha dado respuesta a muchos y muchas. Así es como creamos conocimiento, 🙂
Las palabras, cada una tiene las suyas , lo ideal es que nos acerquen y no nos alejen. Cuando no sé siempre pregunto ¿que significa eso para ti? y eso me ayuda a comprender. Gracias por compartir. bico
Me gustaLe gusta a 2 personas
Normalizar las conversaciones sobre sexualidad con gente con la que tenemos confianza pero no practicamos sexo, porque no lo deseamos, ayudaría sin ninguna duda a mejorar tanto nuestra vida sexual como nuestra salud mental. Nos haría a todos más felices.
Pienso que una de las razones de esas reticencias tan arraigadas en nuestra cultura es que abrir la conversación sobre sexualidad con gente con la que no tenemos sexo puede tener como efecto secundario que pasemos a desear sexualmente o a practicar diferentes formas de sexo de forma más o menos frecuente con personas con las que antes no habíamos considerado esa posibilidad, pero que con el conocimiento mutuo que genera la conversación abierta sobre temas íntimos puede pasar a ser un compañero más para explorar y disfrutar nuestros cuerpos. Y eso es un «peligro» que el modelo dominante de relaciones (con su distinción entre lo que es «amistad» y lo que es sexoafectivo) no se puede permitir…
Me gustaMe gusta
coincido, y que limitante a la vez que no podamos explorar otros vínculos.
Me gustaMe gusta
Muy limitante. Muchas de esas conversaciones abren puertas inesperadas a fantasías y placeres compartidos. Y nos preguntamos entonces por qué no vimos antes que podíamos romper con todo lo que nos habían enseñado, atrevernos a hablar de lo que nadie habla, atrevernos a romper los límites convencionales de lo que está o no «permitido» en cada tipo de relación, liberarnos definitivamente de la moral opresora que nos transmitieron cuando éramos niños. Y dejar que cada relación defina sus propias reglas. Revolucionar nuestros vínculos y escribir nuestros propios compromisos. Y ser felices. Sin más.
Me gustaMe gusta
🙂
Me gustaMe gusta