Es un momento curioso este. Estoy disfrutando de mi nueva etapa sin relaciones, con toda la energía destinada para mí, para amarme y cuidarme, y decidir libremente si quiero o no quiero estar conectada a otras personas.
Parece una obviedad, la libertad de elección, pero me ha pasado que con todo este empeño de ser poliamorosa me he metido en la trampa de tener que tener relaciones si o si, sin dejar tiempo para no tener.
Alguien me preguntó el otro día porque era tan importante para mí el poliamor y le contesté que me hacía sentir libre. Esta persona me dijo que no me veía muy libre últimamente, sino más bien estresada por encontrar esa persona especial o invirtiendo muchísimo tiempo y energía en conservar a los seres especiales que habían pasado por mi vida. Me quedé perpleja porque vi que tenía toda la razón.
Pasa otra cosa además, este momento de duelo me ha traído una invitada desconocida a mi vida: la desconfianza, y esta es jodida. No es una desconfianza en las personas, es una idea que entra en bucle en mi cabeza que dice “tú no vas a vivir esta experiencia”. Viene también acompañada de unos críticos cabrones que dicen que la cagaré porque soy muy clara y la claridad no está de moda. Hay también algo que está dificultando mi fluir por el mundo, el blog.
Algunas de las personas que se acercan a conocerme ya han leído todo sobre mi. Algunos esperan encontrar una gurú que les dé respuestas y eso me pone en una situación muy difícil para relacionarme. No soy maestra de nada, pero el hecho de que me vean así a veces genera estrés en mí y en la persona. No me muestro como soy, y ahora mucho menos dado los últimos acontecimientos. Tengo miedo de abrirme, y esto es flipante porque me abro aquí constantemente.
Voy a contar algo que me pasó esta semana. La casualidad hizo que hace un mes me encontrase a un antiguo compañero de carrera. Nos hemos visto un par de veces en estos últimos 10 años. Compartimos espacio en el doctorado hace mucho y nuestras vidas continuaron cada uno por su lado. Ya habíamos hablado de tomar un café a lo largo de todos estos encuentros puntuales de estos años, pero nunca se hacía.
Me fui a Barcelona y a la vuelta estaba tan triste que necesitaba una charla agradable entorno a un café con un tío muy majo. La primera frase al encontrarnos fue: ”tengo muchas cosas que contarte”, y empezó a hablarme directamente de su camino de crecimiento personal de los últimos años. Yo ojiplática, no por el contenido que era paralelo a mis propias vivencias, sino porque llegó y lo soltó. Mientras hablaba yo pensando que en cuanto acabase y me preguntase que tal tú se iba a quedar de pasta de boniato.
Le conté, poco, pero lo necesario. No nombré el blog, pero no tardó muchos días en encontrarlo y su respuesta fue: “has aparecido en el momento adecuado”. Mierda, noooooo. Todos los fantasmas pasados de verme en otra situación como esa aparecieron de golpe , así que cual tortuga metí la cabeza para adentro.
Desde ese día empezamos a mandarnos algunos mensajes de vez en cuando. Yo soy consciente de que ese día que el habló conmigo no me dejé conectar. Tenía todas las barreras puestas y los miedos arrastrando.
Hace dos días me llegó un mensaje de repente:”¿te tomas algo?”. Así sin más. Había tenido un día de mierda recordando a mi amor perdido y metida en la espiral de “no puedo olvidarte” mezclado con cabreo profundo de que injusta es la vida. Así estaba cuando recordé que estoy en autocuidado y tengo que hacer las cosas que me hagan sentir bien, así que mi respuesta fue sí.
Dos horas de conversación deliciosa, inteligente e ingeniosa. La seducción sobrevolaba todo el rato. La suya libre y disfrutando, la mía con el lastre de los críticos que me anunciaban que la cagaría en breve. Me miró y me dijo: ”no voy a leer más tu blog. Me interesas y quiero conocerte y no quiero una relación maestra-aprendiz”. Eso me relajó un poco pero aun así cerrada por si acaso.
Le sorprendió mi tristeza y al salir me dio un abrazo que pretendía ser un consuelo al cual yo respondí cual escultura marmórea. Al separarse me miró y sin más me comió la boca como hacía tiempo que no lo hacía nadie. Me sorprendió la osadía, pero sobre todo que no tenía miedo y se sentía seguro y confiado.
En cuanto crucé la puerta de casa mi marido me hizo notar la cara de boba que traía. Se reía y le gustó que hubiese estado cómoda y contenta. Me senté encima de sus muslos como una niña pequeña y le conté como había sido mi velada de manera cómplice, y en cuanto me dijo “me alegro mucho por ti”, se me empezaron a caer las lágrimas. Me escuché diciendo: “ no saldrá bien”, y no puedo ni quiero enfrentarme a eso.
Ayer sentí que tenía que ser honesta con él y contarle que estoy en fase cueva y reconstrucción emocional, que son momentos de miedos y de canalizar la energía para proyectos futuros que me ilusionan. Sus preguntas fueron certeras y una vez más salió la osadía del que sabe que no tiene nada que perder y quiere volar. Y me hizo este regalo. https://www.youtube.com/watch?v=MZJxpKB75JU
No sé si deshará el hielo o no pero la canción me encanta.
Me gusta como se van filtrando por fin esos rayitos de alegría en tus palabras, de esa ilusión que te caracteriza. Tú ahora lo que tienes que hacer es dejarte fluir, darte un tiempo de no pensar, de no analizar las situaciones que te ocurren. Sino simplemente, fluir con lo que eres y con lo que sientes. Darte ese tiempo de no plantearte NADA sólo ser y estar presente.
Eva.
Me gusta