Este es sin duda el año que más he tenido que trabajar mis límites personales para cuidarme y que peor lo he hecho.
Creo que habré dedicado un 60% de mi terapia a este tema, a prepararme para “aflojar”, no meterme en más historias, tener unos límites claros y trasmitirlos, conocer muy bien mis necesidades(en eso sí que saco el aprobado), y aprender a cuidarme y no extralimitarme( aquí he sacado un suspenso como una catedral).
La coña del asunto es que soy bastante asertiva y no me cuesta decir que NO , explicar el motivo y no sentir la culpa, pero está claro que no digo NO tan a menudo como debería porque hay un desequilibrio constante en mi vida.
Esto me ha llevado a una situación curiosa: la gente cree que tengo súper poderes. Está claro que el trabajo de madre aunque gratificante, muchas veces es agotador, y casi nunca reconocido. Claro que un abrazo sentido al encontrar aquel muñeco perdido hace millones de meses y que acabó en un sitio subrealista pero que gracias al ultraolfato de madre fui capaz de encontrar, te alegra la vida.
Gracias al poder de la multitarea este año haré la cena de fin de año en mi casa, acompañaré a mi clienta a comprar las lámparas a Ikea, decoraré la casa, quitaré las pepitas de las uvas, y contestaré varios mails sin casi despeinarme.
Pero el poder que más estoy utilizando últimamente es el súperoido. Y no me refiero a que oiga mogollón, sino que no paro de escuchar a las personas que me rodean. Me explico. Todas las personas con las que mantengo algún tipo de relación están lejos de mi ciudad, vamos que no puedo quedar a tomar un café en media hora. Así que la única forma de comunicarnos es a través del teléfono o el Skype.
Escucho sus historias concentrada, interesada, con todos los sentidos, y supongo que eso se transmite y la persona que está al otro lado se siente cómoda y escuchada. El problema surge cuando me doy cuenta de que las historias que estoy escuchando no tienen nada que ver conmigo y un momento de charla intrascendente para contarnos el día y mantener así el vínculo se convierte en una terapia. Y ahí surge el superpoder. Indirectamente la persona que está del otro lado necesita sentirse comprendida, escuchada, busca un consejo, un apoyo, una palabra que le ilumine,…¿Por qué? Porque como me decía hoy un amigo, tú haces que sea cómodo hablar contigo que sea fácil contar cosas difíciles o amargas, que pueda expresar aquello que con gente normal no se puede.
Esto, creerme, en otro momento me haría sentir súper halagada pero hoy no, esta semana no. Hoy solo querría sentirme como una estrella del pop que se lanza al público y la mueven sobre la masa humana, me gustaría que los brazos de mis amantes me recogiesen y me meciesen y no hablasen, no me pidiesen nada. Quisiera sentir que me es devuelta la escucha, pero ahí tengo yo toda mi culpa y por eso suspendo. No les he dicho, «hoy no puedo escucharte porque no quiero» ¿Cómo voy a hacer eso? Siempre he estado ahí y nunca me he mostrado vulnerable y seguramente así no dejo que me cuiden, me agoto, y lo peor pienso que doy mas de lo que recibo. Seguramente esto es súper injusto, porque como van a darte lo que no saben que necesitas.
Es el superpoder de la “clasificación de lo prioritario” el que me hace esta putada. Porque ante la llamada de un amante de “tengo un día de mierda” aunque me encantaría decir “yo también”, me pongo a pensar que su mierda es más importante que la mía y enciendo la antena.
Es curioso porque esto solo me pasa con mis amantes, a mis compañeros de trabajo, a mis amigos, a mi familia, a mis clientes, a mis hijas e incluso a mi pareja soy capaz de decirles un “no puedo”, pero claro ahí estoy segura y me siento cómoda para mostrarme tal cual soy. Claro que siguen pensando que tengo superpoderes y me agoto, pero me permito ser terriblemente imperfecta. A mis amantes no quiero fallarles pero lo estoy haciendo, porque me estoy quemando y sintiéndome descuidada o infravalorada por no expresar como me siento cuando les escucho y me pongo el chip “terapeuta”. No quiero serlo.
Lo hago porque tengo el súperpoder de salvadora ese que tanto daño nos hace a muchas. Nadie te legitima para que le salves, será el gen de hermana mayor o lo de ser madre y resolverlo todo, pero no quiero ser más salvadora de nadie. Quiero ser cuidada, mimada y si me apuras consentida, quiero momentos de esos, no quiero estar a tope todo el santo día.
Para reyes voy a pedir un “desaflojador” y criptonita para volverme una persona normal. Voy a empezar Enero con una puñetera lista de esas de cosas que tienes que cumplir, y en primer lugar voy a poner “cuidarme más”.
Quiero ser honesta con mis amantes y agradecida porque están siempre ahí, no es culpa suya que yo no sepa decir “soy yo la que necesita ser escuchada hoy”. Y hasta que el whats up no tenga “tono” no creo que adivinen mi estado de ánimo, así que no voy a pedir que los demás tengan los superpoderes esos que tanto me joden a mi.
Que cansadiña acabo el año.
Jajajajajaja pronto un año nuevo para estrenar, me lo voy a tomar con mucha calma.
Muy interesante tu blog, te deseo un excelente año nuevo en todos los sentidos
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