Hace una semana que no escribo. Hoy me lo decía “Hermano mayor” y estaba preocupado por si me había pasado algo. Lo cierto es que mucho y nada.
Empecé la semana con una gripe que me tuvo tres días postrada. Cuando reviví el miércoles muchas eran las sorpresas que me esperaban. Conseguí levantar el cuerpo para ir a visitar la obra que estoy haciendo y comprobar que todo iba bien. Hacia el mediodía recibí la llamada sorpresa, pero esto lo contaré más tarde.
El jueves desde luego fue el gran día. Una vez más el gen de madre multitarea que puede multiplicarse como los panes y los peces hacía su presencia. A primera hora de la mañana tenía una entrevista importante por Skype con una persona en París y otra en algún sitio de Inglaterra. Puede parecer súper exótico y que tengo una vida mega interesante pero no. Tenía que pasar mi último proceso para entrar a estudiar para ser terapeuta, y prueba conseguida.
Subidón, subidón, en Enero estaré en Barcelona empezando mi formación. Con toda la adrenalina me fui a la obra, hice no sé cuántas llamadas por teléfono, me tomé un café. Hice más llamadas, creo que con la energía que tenía podría haber organizado una boda para 300 personas así en un plis plas. Y otro café.
Al medio día había quedado con mis dos amigas facilitadoras para comer y charlar sobre trabajo, pero sobre todo, teníamos muchas ganas de reencontrarnos. Una vez felicitada por mi acceso en lo de Barcelona, después una larga charla sobre cómo enfocar nuestro trabajo, y dos vinitos por el medio dieron paso a los temas estrella.
Primero: el libro de Caitlin Moran “Como ser mujer”. Dos de nosotras nos lo estamos leyendo, y con esa pasión desbordada de haber encontrado una nueva biblia intentamos introducir a nuestra amiga. Lo primero. Esto de ser mujer es internacional, jajajajajajaja. Que perogrullada, sí. No sé porque me hice la absurda idea de que una inglesa no podría tener exactamente los mismos dilemas, problemas y subrealismos que tengo yo.
Me he devorado cada capítulo asintiendo con la cabeza las veces que no me moría de la risa. Es un libro de una feminista pero en clave de humor, y todo lo que cuenta es cotidiano, lo cual agradezco, porque honestamente yo estoy súper perdida con las corrientes feministas y cuando empiezan las teorías desconecto mogollón.
Una vez hecha santa a la maestra Caitlin nos metimos a comentar lo que estaba pasando en Inglaterra con el sexo anal y los adolescentes. Una de mis amigas vivió en Inglaterra 10 años y nos estuvo contando como el objetivo del fin de semana era tener un sexo anestesiado, eso sí, cuanta más cantidad mejor. El ingrediente principal, procurar estar tan borracha que a partir de cinco ya no sepas contar. Dos, contabilizar cualquier tipo de práctica sexual como contable, es decir vale lo mismo una mamada que un coito, el caso en puntuar. Y tres, contarlo en la oficina como un éxito en las olimpiadas.
Esto generó un debate: ¿Qué pasa con el placer? ¿Realmente toda esta gente que consume sexo de manera compulsiva y como si fuese una competición, siente placer? Pues supongo que algunos si pero yo no estoy tan segura. Una de mis amigas nos habló de una colega que hace tupper sex y que es sexóloga. Todas sus charlas, que son la mayoría para mujeres, están orientadas en la base del placer. Menos mal pensé, aún queda esperanza. Si esas mujeres aprenden a ser dueñas de su propio placer, a buscarlo, a erotizar y seducir a sus parejas, me parece que el mundo será más agradable que el fast food sexual.
Me quedé con esta idea latente en la cabeza, y llegó el viernes.
Recupero lo de la llamada sorpresa. Ya daba yo por cerrado mi capítulo con Easy pero está claro que no hay punto final sin haber terminado el párrafo. Retomamos nuestras conversaciones una vez más para poner claridad y ver cómo podemos estar los dos cómodos. Una de las “claridades” fue el tema del sexo. Por lo visto el sexo le crea presión. Os puedo asegurar que yo no soy la tía más caliente del planeta, no voy en el autobús sacándole la lengua a los hombres que tengo enfrente y haciendo cruces de piernas a lo Instinto básico. Vamos, que soy una tía normal, poliamorosa vale , y puede ser que no tenga que dar mil vueltas para pensar si me gusta una persona y me quiero acostar con ella, si me apetece, lo hago. No me gusta el sexo ocasional, pero si me gusta tener sexo con las personas con las que tengo conexión. Si además le añades que llevamos un mes sin vernos, pues la verdad, el sexo estaba en mi mente junto con el café.
No hay problema, vamos a dejar fuera el sexo. Una de las razones que argumentó él es que no le apetecía, que su momento personal le inhibe las ganas de sexo. Vamos a respetar. Esto me duró exactamente medio día.
Tuve la siesta más tórrida de los últimos meses y me levanté con la idea de: YO SOY DUEÑA DE MI PROPIO PLACER, EA. Pensé que un poco de estímulo igual no le hacía mal a nadie. Así que me comuniqué con mi nuevo amigo (duración de la amistad: medio día) expresándole mi calentón y mis planes posteriores para solucionarlo. Le añadí un ingrediente extra:” quiero compartirlo contigo”. Vamos si funcionó. Pobrecito, se tuvo que aguantar el calentón mientras cortaba la lubina mirando a sus padres que tan amablemente le habían invitado a cenar. Yo en casa cual Afrodita me disponía a buscar mi placer en solitario, y compartirlo, y jugar, lo hizo mucho más divertido y placentero por supuesto.
Oh diosa de los mares, el sábado por la noche es mío. Niñas colocadas y toda la noche para mí. Pensé que todo mi trabajo del día anterior se vería recompensado con una fantástica cena y una noche de sexo estupenda con Easy. Pero no debía de ser una lubina sino un pez globo cabrón que envenenó a mi adonis y casi lo deja medio muerto.
Así que aquí estoy. Con una copa de vino blanco, fresquito, sola, sin planes, escribiendo mi blog que tanto placer me da, y que coño, como soy dueña de mi propio placer me pondré a ello.