4 días recargando

Está claro que la vida siempre te sorprende.

Hace dos semanas me cabreaba con el mundo, el poliamor, el género, la monogamia, las estructuras rígidas, la injusticia, la incomunicación, el miedo… vamos con todo lo habido y por haber. Pasé una semana de mierda a la que sobreviví gracias a los mensajes de apoyo y abrazos sanadores. Mi semana pasada mejoró considerablemente en cuanto decidí cambiar mi energía negativa y darle la vuelta.

Y llegó el jueves.

A las nueve de la mañana estaba recogiendo a unos profesores que venían desde Alemania para darnos un curso de gestión emocional. A partir de ese momento todo alrededor cambió.

He estado cuatro días encerrada en un albergue en el bosque trabajando con emociones y sentimientos. Hasta ahora tenía la idea de que la gestión emocional era dolorosa y no tiene por qué ser así.

He aprendido estos días que los sentimientos y emociones tienen una luz y una sombra, y que el sentimiento de la rabia puede hacer que cambies una situación que no quieres. Como la sombra del miedo es la parálisis, pero que se puede desbloquear siendo creativo. Como la alegría puede llevar al autoengaño, y de eso sabemos mucho los que amamos y a veces no somos correspondidos.

He visto cómo surge la confianza entre desconocidos en apenas dos días. Vidas diferentes que se cruzan pero que son hermanas porque todos sentimos igual. Nos sentimos pequeños cuando tenemos vergüenza. Nos sentimos plenos cuando conectamos. Y es ahí cuando yo me siento feliz, cuando conecto. Escuchar los miedos, las inseguridades, las luchas de los demás es escuchar las mías propias y eso me hace sentir que no estoy sola, y que seguramente lucho por mí pero también por otros.

No es fácil conocerse y darse a conocer. Mostrarse vulnerable en una sociedad que busca el éxito y la rapidez, que te llena de “cosas” para estar entretenido y no pensar en cómo eres porque eso a veces duele, parece un suicidio pero no lo es. Es la mejor manera de mostrar tu ser.

He visto este fin de semana como hombres se revelaban contra su propia historia de siglos y decían a las mujeres gritando “no tenemos derecho a haceros eso” y aunque fuesen muy pocos algo está cambiando. Quieren ser fuertes pero también decir que no pueden, y eso me ha reconciliado con el mundo.

Sobre mí, la solución a una lucha interna que llevaba dos años sin resolver se solucionó de la manera más contra intuitiva, y es, dejar de luchar para agradecer. Es desde el amor desde donde podemos cambiar el mundo. No soy tonta ni ilusa, voy a hacerlo en mi circulito de personas y me conformaré, me conformaré si puedo cambiarme a mí y vivir de manera coherente. Lo otro, el cambio del mundo ya llegará sumando los cambios de todos.

Hoy es lunes y he vuelto al mundo real, con pilas recargadas y esperanza. También con la mirada más curiosa, si se puede, para observar esas lindas diferencias que nos hacen especiales y únicos, para entender también como sentimos de manera universal y eso nos une.

Y aquí dejo una de las frases aprendidas: “No eres el gigante de tus sueños ni el enano de tus miedos”.

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