Ha sido un día extraño.
Este fin de semana he estado metida en un curso y por lo tanto desconectada de la realidad. Desconectada de mis hijas, que como el fin de semana pasado se tuvieron que quedar con los abuelos. Mi pareja también se fue a encargarse de sus responsabilidades familiares. Dos días sin cobertura, sin “conectar” con nadie hasta la noche.
Por la mañana volví a conectar con una persona que hacía 9 meses que no veía. Sí que habíamos tenido contacto todos estos meses a través de Skype de manera frecuente pero no nos habíamos encontrado físicamente. Nos conocemos desde hace tres años, hemos tenido diferentes tipos de relación, nunca romántica pero si de confianza. Fue mi guía, en momentos lo creí mi amigo, maestro en algunas cosas, cliente,.. Si, hemos sido muchas cosas. Hace meses tuvimos un problema con la confianza, dejamos de tratarnos de manera natural y me propuso sus límites para seguir nuestra relación de manera segura para los dos.
Hoy he sentido que tomé la decisión equivocada al aceptar sus límites sin poner los míos. No quería perderle, le necesitaba para seguir mi evolución personal, y cedí lo más preciado que tengo: mi forma de ser, mi naturalidad. ¿Cómo habría sido mi encuentro con él si hubiese sido auténticamente yo?
Así que allá me fui. Hace meses recogerlo del tren o del avión hacía que me diese un vuelco el corazón y siempre le recogía con una sonrisa. Hoy, como si fuera algo premonitorio, el día estaba tremendamente gris, oscuro y lluvioso. No dar un beso, un abrazo o cualquier tipo de contacto físico para mostrar mi cercanía con alguien que quiero o aprecio es un suplicio para mí, pero normas son normas. Soy charlatana, bromista, coñona y hoy era simplemente la chofer. Dije tantos “ajá” que casi me muero del asco.
Como la vida es una paradoja, en el camino de regreso antes de dejarlo en la estación me comentó que estaba manteniendo una relación abierta. No me sorprendió nada, lo estaba esperando pero no iba a ser yo la que sacase el tema, hablar de cosas personales era uno de los límites. Creo que su naturaleza era investigar por este camino. Tuve una sensación agridulce. Por un lado me alegré, si es su camino, si ser honesto y poder vivir en libertad es lo que le hace feliz me parece maravilloso. Por otro lado sentí tristeza, no poder compartir las emociones de los primeros pasos, los miedos, las inseguridades, los descubrimientos, toda esa energía desbordante que sientes cuando te dices ERA ESTO, como me habría gustado. Lo que hice fue adoptar el papel aséptico de quien es más experimentado y te da las pautas técnicas como si fuese una bibliografía. Una mierda vamos.
No fui honesta conmigo misma, ni auténtica, como él me dijo hace mucho tiempo. Tengo la sensación de fracaso. No me di cuenta de que hoy estaba compartiendo seguramente algo muy importante para él. Igual me necesitaba como amiga o como aliada, que le tendiese una mano, que a lo mejor descongelásemos juntos esta relación de tantos meses a través del plasma. No lo sé. Solo sé que creí que salía ganadora por haberme mantenido dura, fría y distante, todo eso que no soy. Y no gané sino que perdí, perdí la oportunidad de compartir algo que nos apasiona a los dos, que nos une más que aleja.
Ahora siento que tenía que haberle abrazado y haberle dicho “me alegro de que estés feliz”, comerme todo el orgullo, olvidarme de las mierdas de rangos y hacerlo todo más fácil. Si me diste señales no las quise ver y ahora me siento tremendamente vulnerable y sensible.
Tengo la sensación de vuelta a la casilla de salida, me alejé y me puse una coraza para no sufrir y perdí mi intuición contigo, anulé la antena para dejar de recibir dobles señales porque no hacían más que enturbiar nuestra relación y me concentré en los datos. Aprendí a relacionarme contigo a través de guiones, punto uno, dos, tres…y nuestra relación se convirtió en algo mercantil.
“Cactus”, no sé cómo deshacer toda esta mierda que siento.
Voy a seguir la naturaleza para ver como fluye y adonde me lleva, y si nos volvemos a reencontrar espero que volvamos a conectar.