Agggggrrr.. los celos.
Nunca los había sentido en mi vida. Con mis anteriores parejas «tradicionales» nunca había sentido el diablillo de los celos, nunca creí en esa chorrada de que si no los sientes es que no amas, buffff que pereza el tema. Lo que no sabía es que a estas alturas de la película me iba a pasar a mi.
La primera vez que leí Etica Promiscua me detuve en el capítulo de celos para entender a mi pareja. En aquellos momentos yo ya tenía una relación y el no tenía ninguna, así que yo estaba en la posición de «padecer los celos de mi pareja». Me abastecí de grandes cantidades de paciencia, escucha activa y me preparé para el primer golpe. Creo que lo hicimos lo mejor que pudimos y sobrevivimos.
Ahora hablaré de mi.
Estábamos haciendo el curso de relaciones abiertas con Victoria Rosa cuando justo mi pareja tuvo su primera cita. Era la primera vez que quedaba con ella y además se quedaba a dormir.Quiso la casualidad, tan presente en mi vida, que justo esa tarde tuvimos el encuentro online con Vicky sobre celos, así que tenía todas las herramientas de mi lado para pasar mi primera noche sola. Y fue bien, mas que bien. Me sentí super madura por gestionar el miedo a perder mi relación, como hiperevolucionada.
Lo que no contaba era que tres días despues mi pareja volvería a quedar con la misma persona y esta vez me pilló en «bragas». Pasamos todo el día con rollos familiares, niños rodeándonos por todas partes, mi pareja entusiasmado por su cita y yo a todo correr encargándome de la logística familiar. Así que en vez de cuidarnos, y darnos espacio para expresar los miedos y decir las palabras adecuadas, recibí un beso y no pedí nada y le deseé que lo pasase bien. Ya estaba hiperevolucionada así que ¿como no lo iba a llevar bien?UNA MIERDA.
Me quedé sola, y se me ocurrió ponerme a escribir en el blog sobre los momentos difíciles,mala idea, pésima idea. Además empezaron a entrar what´s up de mi familia política sobre un problema familiar y me dí cuenta de que no habíamos hablado sobre que hacer si pasaba «algo». Se me hizo bola, no iba a interrumpir su cita con algo que no podía solucionar, y me sentí sola y superada.
Así que llamé a «PRIMERO» para que me hiciese compañía porque estaba agobiada. Y mientras lo esperaba me tomé un gintonic. Nota: no bebo habitualmente, otra mala idea.
Vino y la verdad que estuvimos como nunca, y volvimos a conectar. Conectamos tanto que cuando nos despedimos surgió la llama apagada en los últimos meses y caimos en lo inevitable. Con ese polvo me cargué algún que otro acuerdo y tras acabar estaba peor que al principio de la noche. Estuve cinco horas con los ojos como platos pensando en como le iba a contar a mi pareja lo sucedido. Así que cuando cruzó la puerta y tras preguntar como le había ido vomité toda la historia de mi noche almodovariana, avergonzada, culpable, con lágrimas y mocos, me escuchó. Yo me esperaba ver la decepción en sus ojos pero me contestó: «efectivamente no nos cuidamos, no pasé el tiempo que tu necesitabas para dejarte segura. No me entusiasma lo que ha pasado pero espero que esto nos valga para aprender». Fue mágico, y entendí que todo el trabajo que llevamos hecho todo este tiempo de escucha profunda y activa, de generosidad, de reconocer nuestros límites, de intentar empatizar, tiene todo el sentido, y que solo así, hablando sinceramente y desde el corazón se puden superar los momentos difíciles.