«Lola»

Todo el mundo debería de tener una historia en su vida que le haga «volar». Ahora mismo mientras escribo estoy escuchando su canción. Me costó mucho encontrar una canción para él, pero un día yendo en el coche para verle sonó en la radio y empecé a sentir cada palabrita de Macaco con su Volar.
Una casualidad y el Tinder (jijijiji) hizo que apareciese en mi vida cuando no buscaba nada más. Tenía mi relación principal, un «amigo» (el primero) y una persona con la que tener encuentros sexuales esporádicos, y vi su foto. Aparecía un atardecer y una silueta a contraluz, claro que había más así que ¿porque no? y le di al LIKE.
Empezó un chateo de lo más light, muy esporádico y sin pretensiones más allá de conocer a alguien, pero la vida es caprichosa y te tiene preparadas sorpresas.
Un día le vi una foto de una playa y la reconocí, es una playa a la que iba muchas veces hace años pero había dejado de ir, de hecho el año pasado solo había ido tres veces. Una de las veces que fui con mis hijas al subir de la playa la vi. Me enamoré en el primer instante, allí estaba «LOLA».
Pasó un año entero, y cuando encontré a este chico le conté esta historia. Me imagino perfectamente su sonrisa pícara leyendo el chat, y yo inocente sin saber que EL era el dueño de LOLA. Me siguió la coña un rato más, pero en cuanto me lo dijo sentí que todo mi cuerpo daba la vuelta.
Creo que NADA es casual.
Se fue unos días de viaje y cuando volvió seguimos chateando de manera informal, pero en mi mente solo estaba conocerlo. Tenía que verlo con mis propios ojos y comprobar que las casualidades son oportunidades, o no.
Solo contactábamos a través del tinder , así que me planté en la playa un día al mediodía para ver si estaba allí.
Al llegar no lo vi así que me tumbé en la arena a disfrutar del sol. Cuando me iba allí estaba, temblaba por dentro y me acerqué a él. No sabía si me reconocería por la foto del tinder así que me armé de valor y me presenté.
Nunca olvidaré sus ojos, esos ojos verdes picarones que me miraron con curiosidad, y su voz. Creo que fueron diez minutos de charla y me fui con la idea de que no le interesaba más allá de un colegueo, así que me despreocupé totalmente y no volví a mirar el tinder en días.
No me imaginaba que tendría varios mensajes en el tinder esperando para comenzar nuestra historia.
Cuantos regalos me ha dado. El primero, todo en él es disfrute por la vida, la exprime, y el buen rollo está siempre presente. Estar con una persona así aunque sea unos instantes te hace sentirte viva y ligera. El segundo, me regaló la imagen más bonita que he visto en los últimos años. Nuestra primera cita fue en una playa, y después de estar con él y superar los nervios de «la primera vez» fue esa imagen lo que vi. El mar plateado por la luz de la luna, la playa pequeña con su arena blanca y silueteando todo, el acantilado con una tenue luz de una farola. Así pasmada sufriendo el síndrome de Stendhal me abrazó.
A partir de aquí cada km que hacía para verlo tenía su sentido.
Siempre supo mi condición de no monógama, nunca lo oculté. También supo todo sobre mi vida, mis hijas, mi trabajo y mi tiempo. Ay el tiempo, siempre limitado.
Me gustaba, me gustaba mucho y creo que él siempre estuvo a gusto conmigo, pero un día supe con toda la certeza que el amor nos alejaría.
Mi pareja observaba curioso y prudente como mi evolución con él iba hacia el poliamor, y me lo dijo. Un día me preguntó si podría enamorarme de él y contesté que sí, pero fue un momento un instante el que me hizo ver que podría quererle.
Quedamos, y allí estaba esperándome con LOLA, no es que yo estuviese emocionada es que estaba feliz. Montamos juntos y me agarré a él, y fue ahí sintiendo el viento, viendo el mar cuando agarró mi mano y sentí que estaba totalmente perdida. Creo que fue ese instante cuando empecé a quererle.
Nunca supe hasta donde llegó el con sus sentimientos pero tenía claro que si él se enamoraba se alejaría de mi para no sufrir, porque la casualidad también es una putada pero di con un monógamo, y nunca hubo problema con mi pareja pero mi situación complicaba mucho las cosas para él.
Lo vi en sus ojos, creo que su decisión estaba tomada pero aun así disfrutamos de ese día y como una maravillosa despedida tuve un orgasmo maravilloso que me vinculó más a él.
No sé qué pasó pero después de ese día dejamos de «encontrarnos», y empecé a esperar. Esperar a que me llamara, a que me deseara, a que buscase cualquier momento para estar conmigo, simplemente esperar porque siempre respeté su libertad y me sentía afortunada de que me dejase participar de trocitos de su vida. Pero no hay peor cosa para una ilusionada que la espera sin saber. Y decidí no esperar.
Todo mi sistema de vida va con acuerdos, agendas y tiempos, hay muchas cosas que conciliar y no hay peor cosa para un espíritu libre que un sistema rígido.
Así que no ha podido ser pero me quedo con todos sus «regalos», esos momentos donde fui tremendamente feliz, y siempre confiando en la casualidad.

«Lola»

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